Se trata de un texto un poco más complejo. Sin embargo es un ejercició muy, muy útil oír el texto un par de veces después de haberlo leído, entendido y aprendido a memoria el vocabulario que contiene. El texto supone obviamente que usted tenga ya un conocimiento pasivo (leyendo / escuchando) del sistema completo de la gramática francesa. ( Si no lo tiene todavía váyase a la parte gramática.) Una vez adquirido este conocimiento y siendo capaz de entender cualquier texto, por escrito o al oral, será rápidamente capaz de producir estas estructuras activamente, hablando y escribiendo.
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LES ORANGES. Fantaisie.
A Paris, les oranges ont l'air triste de fruits tombes ramasses sous
l'arbre. A l'heure ou elles vous arrivent, en plein hiver pluvieux et
froid, leur ecorce eclatante, leur parfum exagere dans ces pays de
saveurs tranquilles, leur donnent un aspect etrange, un peu bohemien.
Par les soirees brumeuses, elles longent tristement les trottoirs,
entassees dans leurs petites charrettes ambulantes, a la lueur sourde
d'une lanterne en papier rouge. Un cri monotone et grele les escorte,
perdu dans le roulement des voitures, le fracas des omnibus:
--A deux sous la Valence!
Pour les trois quarts des Parisiens, ce fruit cueilli au loin, banal
dans sa rondeur, ou l'arbre n'a rien laisse qu'une mince attache verte,
tient de la sucrerie, de la confiserie. Le papier de soie qui l'entoure,
les fetes qu'il accompagne, contribuent a cette impression
LAS NARANJAS
Las naranjas tiene en París el triste aspecto de frutas caídas, que se toman junto a los árboles. Cuando llegan,
en pleno invierno lluvioso y frío, su brillante corteza y su excesivo aroma, en estos países de sabores
moderados, les dan un aire extraño, algo bohemio. Durante las noches de niebla, van tristemente costeando las
aceras, amontonadas en sus carritos ambulantes, al mezquino fulgor de un farolillo de papel rojo. Un grito
monótono y débil, perdido entre el rodar de los coches y el barullo de los ómnibus, les sirve de escolta.
--¡A veinte céntimos naranjas de Valencia!
Para las tres cuartas partes de los parisienses, ese fruto traído de muy lejos, de vulgar redondez, donde el árbol
no ha dejado nada más que un insignificante pedúnculo verde, participa de la golosina, de la confitería. El
papel de seda en que está envuelto, las festividades a que acompaña, contribuyen a dicha impresión.
Aux
approches de janvier surtout, les milliers d'oranges disseminees par les
rues, toutes ces ecorces trainant dans la boue du ruisseau, font songer
a quelque arbre de Noel gigantesque qui secouerait sur Paris ses
branches chargees de fruits factices. Pas un coin ou on ne les
rencontre. A la vitrine claire des etalages, choisies et parees; a la
porte des prisons et des hospices, parmi les paquets de biscuits, les
tas de pommes; devant l'entree des bals, des spectacles du dimanche. Et
leur parfum exquis se mele a l'odeur du gaz, au bruit des crincrins, a
la poussiere des banquettes du paradis. On en vient a oublier qu'il faut
des orangers pour produire les oranges, car pendant que le fruit
nous arrive directement du Midi a pleines caisses, l'arbre, taille,
transforme, deguise, de la serre chaude ou il passe l'hiver, ne fait
qu'une courte apparition au plein air des jardins publics.
Cuando
enero se aproxima, sobre todo, los millares de naranjas esparcidas por las calles, todas esas cáscaras arrojadas en el barro del arroyo, hacen pensar en algún gigantesco árbol de Navidad que sacudiese sobre París sus ramas
cuajadas de frutas artificiales. No hay rincón alguno donde no se vean. Tras los limpios cristales de un
escaparate, elegidas y adornadas; a la puerta de prisiones y asilos, entre paquetes de bizcochos y pequeños
montones de manzanas; delante de los peristilos de los bailes y teatros los domingos. Y su exquisito aroma se
confunde con el olor del gas, el chirrido de las mamparas, el polvo de las banquetas del paraíso. Hasta se
olvida que hacen falta naranjos para producir las naranjas; pues, mientras que la fruta nos la envían
directamente del Mediodía metida en cajones, el árbol de la estufa donde pasa el invierno, cortado,
transformado, disfrazado, sólo una vez aparece, y durante breve tiempo, al aire libre en los paseos públicos.
Pour bien connaitre les oranges, il faut les avoir vues chez elles, aux
iles Baleares, en Sardaigne, en Corse, en Algerie, dans l'air bleu dore,
l'atmosphere tiede de la Mediterranee. Je me rappelle un petit bois
d'orangers, aux portes de Blidah; c'est la qu'elles etaient belles! Dans
le feuillage sombre, lustre, vernisse, les fruits avaient l'eclat de
verres de couleur, et doraient l'air environnant avec cette aureole de
splendeur qui entoure les fleurs eclatantes. Ca et la des eclaircies
laissaient voir a travers les branches les remparts de la petite ville,
le minaret d'une mosquee, le dome d'un marabout, et au-dessus l'enorme
masse de l'Atlas, verte a sa base, couronnee de neige comme d'une
fourrure blanche, avec des moutonnements, un flou de flocons tombes.
Une nuit, pendant que j'etais la, je ne sais par quel phenomene ignore
depuis trente ans cette zone de frimas et d'hiver se secoua sur la ville
endormie, et Blidah se reveilla transformee, poudree a blanc.
Para conocer bien las naranjas es necesario verlas en los países que las producen: en las islas Baleares, en
Cerdeña, en Córcega, en Argelia, entre el aire azul dorado, en la tibia atmósfera del Mediterráneo. Jamás
olvidaré un bosquecillo de naranjos que vi a las puertas de Blidah. ¡Allí sí que estaban hermosas! Entre el
follaje obscuro, brillante, barnizado, las frutas tenían el lustre de vasos de color, y doraban el aire que las
circundaba con esa aureola de esplendor que rodea a las flores de tonos vivos. Algunos claros permitían ver a
través de las ramas las murallas de la reducida ciudad, el minarete de una mezquita, la cúpula de un marabut,
y en lo alto la enorme masa del Atlas, verde en su base, nevada en la cima, como cubierta de blancas pieles,
con cabrilleos, con la blancura de copos caídos.
Estando yo allí, una noche, por no sé qué fenómeno desconocido desde treinta años atrás, aquella zona de
escarchas invernales agitose sobre la ciudad dormida, y Blidah se despertó transformada, empolvada de
blanco.
Dans cet
air algerien si leger, si pur, la neige semblait une poussiere de nacre.
Elle avait des reflets de plumes de paon blanc. Le plus beau, c'etait
le bois d'orangers. Les feuilles solides gardaient la neige intacte et
droite comme des sorbets sur des plateaux de laque, et tous les fruits
poudres a frimas avaient une douceur splendide, un rayonnement discret
comme de l'or voile de claires etoffes blanches. Cela donnait vaguement
l'impression d'une fete d'eglise, de soutanes rouges sous des robes de
dentelles, de dorures d'autel enveloppees de guipures...
Mais mon meilleur souvenir d'oranges me vient encore de Barbicaglia, un
grand jardin aupres d'Ajaccio ou j'allais faire la sieste aux heures
de chaleur. Ici les orangers, plus hauts, plus espaces qu'a Blidah,
descendaient jusqu'a la route, dont le jardin n'etait separe que par une
haie vive et un fosse. Tout de suite apres, c'etait la mer, l'immense
mer bleue...
En aquel aire argelino, tan tenue y tan puro, semejaba la nieve polvo de nácar, con reflejos de plumas
de pavo real. Lo más hermoso era el bosque de naranjos. Las verdes hojas conservaban la nieve intacta y
enhiesta como sorbetes encima de platillos de laca, y todos los frutos espolvoreados de escarcha ofrecían una
entonación suave y espléndida, una irradiación discreta, como el oro velado por transparentes telas blancas.
Aquello producía la vaga impresión de una fiesta de iglesia, de sotanas rojas bajo albas de encajes, de dorados
de altares rodeados de randas de hilo...
Sin embargo, mis más gratos recuerdos en materia de naranjas proceden de Barbicaglia, un gran jardín junto a
Ajaccio, donde pasaba yo la siesta durante las horas de calor. Los naranjos, más altos y espaciados allí que en
Blidah, llegaban hasta el camino, solamente separado del huerto por un seto vivo y una zanja. El mar, el
inmenso mar azul, extendía su vasta planicie inmediatamente después del huerto.
Quelles bonnes heures j'ai passees dans ce jardin!
Au-dessus de ma tete, les orangers en fleur et en fruit brulaient leurs
parfums d'essences. De temps en temps, une orange mure, detachee tout a
coup, tombait pres de moi comme alourdie de chaleur, avec un bruit
mat, sans echo, sur la terre pleine. Je n'avais qu'a allonger la main.
C'etaient des fruits superbes, d'un rouge pourpre a l'interieur. Ils
me paraissaient exquis, et puis l'horizon etait si beau! Entre les
feuilles, la mer mettait des espaces bleus eblouissants comme des
morceaux de verre brises qui miroitaient dans la brume de l'air. Avec
cela le mouvement du flot agitant l'atmosphere a de grandes distances,
ce murmure cadence qui vous berce comme dans une barque invisible, la
chaleur, l'odeur des oranges...
¡Qué buenas horas he
pasado en ese jardín! Por cima de mi cabeza, los naranjos florecidos y con fruto quemaban los aromas de sus
esencias. Una naranja madura desprendíase del árbol, de vez en cuando, cayendo junto a mí, como aletargada
por el calor, con un ruido mate y sin eco en la tierra apelmazada. Para apoderarme de ella, me bastaba
extender la mano. Eran soberbias frutas, de un rojo purpúreo en su interior. Parecíanme exquisitas, y después
¡era tan hermoso el horizonte! Por entre las hojas percibíase el mar, en espacios azules deslumbradores como
trozos de vidrio roto que espejearan entre las brumas del aire. Al mismo tiempo que eso, el movimiento del
oleaje conmoviendo la atmósfera a grandes distancias, ese acompasado murmullo que nos mece como en una
barca invisible, el calor, el olor de las naranjas...
Ah! qu'on etait bien pour dormir dans
le jardin de Barbicaglia!
Quelquefois cependant, au meilleur moment de la sieste, des eclats de
tambour me reveillaient en sursaut. C'etaient de malheureux tapins qui
venaient s'exercer en bas, sur la route. A travers les trous de la haie,
j'apercevais le cuivre des tambours et les grands tabliers blancs sur
les pantalons rouges. Pour s'abriter un peu de la lumiere aveuglante que
la poussiere de la route leur renvoyait impitoyablement, les pauvres
diables venaient se mettre au pied du jardin, dans l'ombre courte de la
haie. Et ils tapaient! et ils avaient chaud! Alors, m'arrachant de force
a mon hypnotisme, je m'amusais a leur jeter quelques-uns de ces beaux
fruits d'or rouge qui pendaient pres de ma main. Le tambour vise
s'arretait.
¡Ah, qué bien se podía dormir en el huerto de Barbicaglia!
No obstante, en ocasiones, en el momento más grato de la siesta, despertábanme sobresaltado redobles de
tambor. Eran infelices músicos militares que ensayaban allá abajo, en el camino. A través de los claros del
seto brillaba el cobre de los tambores y veía yo los grandes mandiles blancos encima del pantalón encarnado.
Para guarecerse un poco de la cegadora luz que el polvo del camino les enviaba de reflejo despiadadamente,
situábanse los pobres diablos junto al jardín, en la breve sombra del seto. ¡Y valiente barullo el que armaban,
y asfixiante calor el que sufrían! Entonces, saliendo por fuerza de mi hipnotismo, me entretenía arrojándoles
algunos de esos hermosos frutos de oro rojo que pendían al alcance de mi mano. El tambor a quien apuntaba
se detenía.
Il y avait une minute d'hesitation, un regard circulaire
pour voir d'ou venait la superbe orange roulant devant lui dans le
fosse; puis il la ramassait bien vite et mordait a pleines dents sans
meme enlever l'ecorce.
Je me souviens aussi que tout a cote de Barbicaglia, et separe seulement
par un petit mur bas, il y avait un jardinet assez bizarre que je
dominais de la hauteur ou je me trouvais. C'etait un petit coin de terre
bourgeoisement dessine. Ses allees blondes de sable, bordees de buis
tres vert, les deux cypres de sa porte d'entree, lui donnaient l'aspect
d'une bastide marseillaise. Pas une ligne d'ombre. Au fond, un batiment
de pierre blanche avec des jours de caveau au ras du sol. J'avais
d'abord cru a une maison de campagne; mais, en y regardant mieux, la
croix qui la surmontait, une inscription que je voyais de loin creusee
dans la pierre, sans en distinguer le texte, me firent reconnaitre un
tombeau de famille corse. Tout autour d'Ajaccio, il y a beaucoup de ces
petites chapelles mortuaires, dressees au milieu de jardins a elles
seules.
Un minuto de vacilación, una mirada en torno para averiguar de dónde vendría la soberbia naranja
que rodaba hasta él por la zanja; recogíala después con ligereza y mordía a boca llena, sin mondarla siquiera.
Recuerdo además que cerca de Barbicaglia, y separado solamente por una tapia baja, había un jardinillo
bastante extraño, que dominaba yo desde la altura en que estaba. Era un rincón de tierra, de vulgar diseño. Sus calles, de brillante arena, encintadas de verdísimo boj, los dos cipreses de su puerta de entrada, dábanle
apariencia de una casa de campo marsellesa. Ni una línea de sombra. En el fondo, un blanco edificio de
piedra, con ventanas de sótano al ras del suelo. Al pronto creí que era una quinta; pero, después de mirar con
más detenimiento, la cruz que la remataba y una inscripción grabada en la piedra, y cuyo texto no distinguía,
me hicieron reconocer una tumba de familia corsa. En las inmediaciones de Ajaccio hay muchas de esas
capillitas mortuorias, que se alzan solitarias rodeadas de jardines.
La famille y vient, le dimanche, rendre visite a ses morts.
Ainsi comprise, la mort est moins lugubre que dans la confusion des
cimetieres. Des pas amis troublent seuls le silence.
De ma place, je voyais un bon vieux trottiner tranquillement par les
allees. Tout le jour il taillait les arbres, bechait, arrosait, enlevait
les fleurs fanees avec un soin minutieux; puis, au soleil couchant, il
entrait dans la petite chapelle ou dormaient les morts de sa famille; il
resserrait la beche, les rateaux, les grands arrosoirs; tout cela avec
la tranquillite, la serenite d'un jardinier de cimetiere. Pourtant,
sans qu'il s'en rendit bien compte, ce brave homme travaillait avec un
certain recueillement, tous les bruits amortis et la porte du caveau
refermee, chaque fois discretement comme s'il eut craint de reveiller
quelqu'un. Dans le grand silence radieux, l'entretien de ce petit jardin
ne troublait pas un oiseau, et son voisinage n'avait rien d'attristant.
Seulement la mer en paraissait plus immense, le ciel plus haut, et cette
sieste sans fin mettait tout autour d'elle, parmi la nature troublante,
accablante a force de vie, le sentiment de l'eternel repos..
La familia acude allí los domingos a visitar
a sus muertos. Comprendida de ese modo la muerte, es menos triste que entre la confusión de los cementerios.
Sólo pasos amigos turban el silencio.
Desde mi sitio contemplaba yo las idas y venidas de un anciano que circulaba tranquilamente por las
alamedas. Todo el día estaba podando los árboles, cavando, regando, cortando las flores marchitas con
minucioso esmero. Después, a la caída del sol, entraba en la capillita donde yacían los difuntos de su familia,
guardaba los azadones, los rastrillos, las grandes regaderas, todo esto tranquilamente, con la serenidad de un
jardinero de cementerio. No obstante, sin darse cuenta de ello, ese buen hombre trabajaba con cierto
recogimiento, acallando los ruidos y con la puerta de la bóveda cerrada siempre discretamente, cual si abrigara
el temor de despertar a alguno. En medio de aquel silencio absoluto, el arreglo del jardinillo no turbaba ni a un
ave, y su vecindad nada tenía de triste; pero el mar parecía así más inmenso, el cielo más alto, y en aquella
siesta interminable trascendía en torno de ella el sentimiento del descanso eterno, entre la naturaleza
embriagadora, abrumadora, pletórica de vida.